jueves, 23 de septiembre de 2010

Enredo

Tarareaba “El día que me quieras” de Carlos Gardel mientras caminaba a la parada del bus. Debía ir a la capital por ciertas cosas personales, que por supuesto, no son de tu incumbencia. Pero pues, mientras esperaba el ómnibus, seguía tarareando la canción. Me acordé que tenía el Mp3 en el maletín, por lo que decidí sacarlo para saciar mi deseo de tango.

Puedo parecer un tipo prolijo, pero las apariencias engañan. En el maletín se hallaba un considerable relajo, pero un relajo conocido, por eso nunca se me dificultaba encontrar las cosas en él. Tomé el Mp3 y con él venían los auriculares completamente enredados entre sí. Sería un verdadero trabajo para desenredarlos, pero como no venía el ómnibus...

Con la característica paciencia y elegancia, comencé a desenredar. Mas, ese enredo de cables, era tan inmenso que había logrado llamar la atención de las demás personas presentes. Eran tres además de mí.

Su concentración en mi lento, paciente y complejo trabajo era tal, que sus mentes fueron carcomidas por la ansiedad mientras pasaban los minutos. Dos de ellas, de la tensión, cruzaron la línea que separa la cordura de la locura. La primera, se tiro a la calle haciéndose pasar por una cebra. Otra, se desnudó, atrapó a un perro que pasaba y corrió con él a una sucursal de un banco, donde intento asaltarlo diciendo que el perro era el “Comisario Rex” y que se había cambiado de bando a causa del maltrato humano a los animales. Fue detenido por exhibicionista payaso.

Una joven de 20 años, era la tercera persona además de mí. Transpiraba, ella, de desesperación. Hasta que vio al bus que se vislumbraba en el horizonte. Entonces, saltó sobre mi, tomó mi Mp3 y con la velocidad y furia del Demonio de Tasmania, lo desenredo.

Me lo dio, se arreglo el pelo y paró al ómnibus como si nada. Al fin pude escuchar a Gardel.

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