jueves, 24 de febrero de 2011

Ni me saluda.

Después de tantos concursos para poder trabajar seis horas de oficina, con el poder controlador del clima de un aire acondicionado y una paga más que generosa por simplemente apretar botones en una PC, pude cumplir mi sueño y entrar a prueba en tejuegounrichard.com, una web con futuro donde los requisitos eran saber usar el Windows 3.11 como mínimo y tener un bigote gracioso.

Que te pongan a prueba, era fácil. Quedarse era lo difícil, el jefe era un maníaco. Su ego interno lo carcomía a toda hora y en todo lugar, haciendo de una falta de respeto que se le contradiga, que se bromee con su persona y sobretodo que no se le salude.

Todo aquel empleado que quisiera conservar su puesto debía reconocerlo sea como sea y donde sea. Si no se le saluda, tu cabeza rodaría por la línea del desempleo.

El trabajo nadie lo quería perder, era demasiado fácil y la paga, como ya dije, más que excelente. Pero muchas veces saludar al jefe, era una misión dificultosa. Él entraba a distintas horas del día intentando que nadie aprenda su rutina. Y en gran número de oportunidades, venía disfrazado.

Dicen que una vez se llego a operar el rostro para ir al trabajo, a ese día lo llaman “El despido masivo” o “El Éxodo”. Pero solo es una leyenda.

Siempre atento logré saludar al jefe, por lo que me emplearon. La misma tarde que me dieron el alta en la empresa, fui hasta la mutualista con el papel de que estaba inscripto en el Banco de Previsión Social para afiliarme. Una vez anotado en la mutualista, sufrí antojo de comer flan casero o un pancho, así que me compre un Hot Dog porque era lo más fácil de conseguir. Parado en la esquina de las calles “Transporte” y “Obras Públicas”, mascando el frankfurter con kétchup y “pica pica”, un motociclista pasó por la calle y me quedó mirando. Yo lo miré sin saludarlo porque no lo reconocía por el casco. Metros después, el motociclista se detuvo, y me hizo señas para que me acercara. Frente a frente con el loco de la moto, esté se sacó el casco… Era el jefe.

“Señor, usted esta despedido”. Rogué y rogué arrodillado, pero no hubo caso. La semana próxima debía recoger mis cosas.

Cuando fui a buscarlas, justo por la TV mostraban las empresas declaradas en quiebra en la última semana. Sorpresivamente para mí, se encontraba tejuegounrichard.com. Las acciones se habían venido a pique porque el jefe no saludo a uno de los directivos de Google en un restaurant. No lo había reconocido y esté ofendido lo borró del Google, y si no apareces en el Google, es porque no existís. Fin de la historia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El Hombrizón; mitad perro, mitad hombre (o mitad hombre, mitad perro)

Cuenta la no tan antigua leyenda, que en campos cercanos a la ciudad de Libertad en Uruguay, una familia de bien poseía una pareja de collies. La hembra esperaba por vez primera dar a luz por lo que ya había armado un lugarcito cálido dentro de un pequeño galpón.

Fue un miércoles 13, por la noche mientras llovía y el viento parecía querer avisar algo, que la perra comenzó a extraer la vida de sus entrañas. El primer cachorro, fue varón, el segundo también, el tercero, bien machito, el cuarto, también de género masculino, el quinto también, el sexto, no fue la excepción… y el séptimo, cachorro varón.

El séptimo cachorro fue el único que se quedo toda su vida con los padres, los demás fueron regalados o vendidos. Esté aprendió las tareas del campo y como buen perro se dejo domesticar, cuidaba a los niños, ordenaba a las ovejas y siempre acompañaba a sus amos a hacer cualquier tarea.

Pero, los viernes y sábados por las noches, el pobre perro sufría una dolorosa transformación que lo llevaba a convertirse en el “Hombrizón”, el perro bestia, mitad perro, mitad hombre.

Esos viernes y sábados, luego de la transformación encendía su moto con el caño de escape recortado y aceleraba haciendo ruido mirando la Luna. Partía luego de su hogar al centro de la ciudad, metiendo bochinche. Las personas que allí habitaban miraban atemorizados por las ventanas como llegaba el “Hombrizón” con el pelo rubio teñido y mirada desafiante. Las pocas personas que se lo cruzaban por las noches sufrían su mirada o su pedido de una moneda “pa´tomar ese vino”.

Se dice que él, recorre las calles en busca de semejantes, y a veces de hembras humanas con las cuales buscar placer sin más protección que la buena suerte. También, se dice que la única forma de eliminarlos es con un miguelito bendecido que le pinche la moto o con una educación secundaria adecuada… se dice.

Al amanecer, el “Hombrizón” vuelve a sus aposentos y a su forma original. Cuando es llamado por su dueño a comer, él responde rápidamente y el amo repite la misma frase de siempre: “Parece que entiende cuando le hablo”.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Criogenia

Estaba de malas, el dinero no venía a mí como en tiempos anteriores. Nunca busque la abundancia, pero con lo que rescataba me alcanzaba para darme mis gustos.

Fue entonces que leí en un afiche callejero que se necesitaba un voluntario para un experimento, sin cédula de identidad vigente y en lo posible que ni siquiera haya votado en las últimas elecciones y mucho menos adherido al FONASA. La paga, si todo sale bien, sería muy generosa.

Con el afiche en mano, me presente ante las personas encargadas del experimento. Como cumplía con los requisitos me contrataron. Y comenzaron a explicarme cuál era el experimento y el por qué de él.

Eran un grupo de científicos por correo electrónico, con papis con plata que crecieron con la segunda época de oro de los estudios Disney. Por lo que se habían convertido en admiradores y seguidores religiosos de Walt Disney, el fundador de los estudios que hoy se encuentra en criogenia.

Su meta en la vida, era poder descubrir los misterios del congelamiento en humanos para lograr que tras ello el cuerpo vuelva a la vida. Por lo contado, ya han avanzando bastante y han conseguido descongelar con vida a otros animales como ratones, lechones para el 31 y al Pato Sosa.

Firme el contrato por cuatro años de criogenia en los que cobraría al final cerca de dos millones de reales. Firme en reales porque sé que la verdadera próxima potencia mundial es Brasil, no China como dicen. Estoy muy seguro de que China es un invento de los yankees para que no le echen la culpa en todo.

El experimento empezó, y mi cuerpo tras una serie de anestesias generales (que no las hizo un anestesista porque estaba de paro) fue colocado en una cápsula donde el frío me congelaría. Mas para esa parte, la anestesia ya hacía efecto.

Cuando desperté, no fue a los cuatro años, sino que al otro día. Y tampoco sentía un frío como de recién descongelado. Todo me pareció muy extraño y más aún cuando me di cuenta que tenía una cicatriz en el lugar donde se encontraría mi apéndice.

El lugar estaba desierto, pero sobre una mesa note un papel escrito, era una carta en la cual me explicaban que todo era un fraude y que en realidad ellos eran una banda de coleccionistas de apéndices. Una vez más a la calle, sin un peso en el bolsillo y estafado.

La enseñanza, no dejéis la heladera abierta porque se descongelan las cosas y es un gasto de energía al santo cuete.