domingo, 4 de julio de 2010

¿Y si se lesionaba Forlán?

Me acosté a dormir con “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, tarde en la noche. Luego de ver el informativo en donde mostraban que el plantel uruguayo que nos representa en esta Copa del Mundo se había ido un ZOO, a jugar con los animales, tocar a los leones chicos y todas esas cosas que hacen los famosos que por ser famosos tienen libre acceso.
En una de esas muestran a nuestra figura, goleador, diez, delantero, ambidiestro y “Dios”, Diego Forlán. El rubio se encontraba jugando con dos cachorros de leones con una pelota de football. Una linda pelota que acá debía salir un huevo y la tenés guardada en tu cuarto porque no querés que se rompa jugando en el hormigón. ¿Dónde quedaron los campitos?
Hasta que en un momento, uno de esos leones pequeños, se paso de rosca y ataco a nuestro jugador, mordiéndole y prendiéndose con sus poderosas y jóvenes garras en la gamba derecha de Forlán. Sacándole un pedazo.
Tras el hecho, la prensa internacional se enloqueció... ¡y ni te digo la uruguaya! Todos pidieron la cabeza de Tábarez por la mala idea de llevar a los jugadores a ese paseo como bien maestro de escuela, en vez de hacerlos practicar football.
Se acercaba el partido con México y a todos se nos había caído abajo el ánimo. Miraríamos el partido desde el Uruguay con las banderitas y pancartas que decían: “Fuerza Diego”. Ese día, el encuentro arranca en simultaneo con Sudáfrica y Francia. Para peor, nos llegaba la noticia que Francia salió a jugar con tres puntas, sus tres goles y que el “Puma” Anelka seria el portero. Ya no les importaba el mundial.
El minuto a minuto desde el otro partido, era desalentador. El primer tiempo ganaba Sudáfrica seis a cero. Mientras que nosotros empatábamos en tablas, y los chicanos como buenos traidores no querían empatar, por más que clasificáramos los dos, y salían a atacar.
Cerca del final del partido, Sudáfrica ya llegaba a las dos cifras de goles y deseaba que se convirtiera alguno en nuestro partido. Pero hasta ahí, entre Muslera y Lugano, nuestro arco seguía invicto.
Fue cuando faltando un minuto para el cierre, el “Ruso” da un mal pase atrás y deja mano a mano al Guille Franco contra el arquero celeste. El mexicano va a definir y le pega espantosamente a la pelota yendo a las manos de Muslera. Pero la en-jabulani, hizo un extraño efecto que se le escapa al meta uruguayo. Suavemente parecía entrar al arco, todos nos agarrábamos la cabeza, los chicanos empezaban a gritar, las vuvuzelas a sonar...
Y me desperté de la pesadilla.

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